"Hasta las narices de los gurús"
“Estoy de los gurús hasta las narices…”
Alfonso era un carnicero de los
de toda la vida de unos cuarenta y cinco años, corpulento, algo rudo y
desaliñado. A pesar de lo que se podría deducir por su aspecto, había leído un
buen número de libros de ventas y estrategia empresarial, preocupado por la
deriva que habían tonado las ventas en su pequeño negocio.
Al oír su afirmación, aunque intuía por donde iba,
le pedí que me explicara por qué lo decía.
Evidentemente cuando a un español mosqueado le
pinchas un poco, es capaz de cantar por soleares a tres voces y despacharse a
gusto.
Lo entendí perfectamente. Venía de una charla sobre
optimización de recursos y solo le habían hablado de soluciones que habían
adoptado algunas grandes empresas. Esa sensación la había vivido yo en mis
propias carnes en otra etapa de mi vida.
-
“Mira Luis, hace un mes me apunté a una clase de
esas por internet y va el hombre, que es una eminencia y da clases en un montón
de sitios, y nos cuenta la misma historia que me han contado ya tres veces. Esa
en la que a un ejecutivo de American Air Lines se le ocurrió quitar una
aceituna de las ensaladas que servían en los aviones porque vio que nadie se la
comía, ahorró a la compañía no sé cuántos millones de dólares y lo ascendieron a
directivo.
Estoy harto de estrategias que son fantásticas, pero cuando
a la mañana siguiente abro la persiana y me meto tras el mostrador pensando en
cómo aplicar alguna de esas ideas en mi negocio, se me caen los palos del
sombrajo. El marketing no vale para este tipo de establecimientos.”
No quito mérito a los conferenciantes y gurús, muy
al contrario. Su labor es muy importante porque abren las mentes y conciencian sobre
la necesidad de tener una buena actitud, de hacer cosas nuevas, de innovar, etc.
Ese papel es necesario.
El problema se produce cuando eres el gerente de un
pequeño negocio y ese es el primer y único acercamiento al mundo del marketing.
Saldrás eufórico (seguramente después de haber bailado o cantado para generar
buen ambiente), con muchas ideas dando vueltas en la cabeza y un buen número de
apuntes que prometerás repasar cada día, pero sin idea alguna de qué hacer en
tu negocio al día siguiente. El efecto ilusionante se diluye a los pocos días por
no poder materializar acciones, y esa frustración hará que pienses que “eso del
marketing” no vale para nada.
Obviaremos aquí hablar de las charlas gratuitas que
se ofrecen con el propósito de que los asistentes sigan acudiendo a las
siguientes, estas otras con su correspondiente coste.
Lo que se echa en falta es el eslabón que sirva de
nexo entre el despertar de un gerente de establecimiento que empieza a tener
muy claro que necesita hacer algo por su negocio para que evolucione, y el
poner realmente en marcha iniciativas concretas adaptadas a su situación que inicien
un incremento de las ventas.
Lo ideal sería que alguien cogiera de la mano a ese
gerente ilusionado que sale de esa charla de un gurú y le diga: “Y ahora vamos
a ver en tu caso qué es necesario empezar a hacer y cómo lo hacemos. Pero hoy
mismo, no mañana”.
Lo que en realidad necesitaba Alfonso era que alguien
se sentara junto a él a preguntarle qué clientes entraban por la puerta de su
negocio cada día, dónde estaba ubicado y qué otras carnicerías había en la
zona. Nadie había hecho un DAFO real de su establecimiento ni se había puesto
con él a diseñar una encuesta de satisfacción para sus clientes y detectar cuales
piensan ellos que son sus puntos fuertes y cuales sus puntos de mejora (a fin
de cuentas, es la opinión de los clientes la que importa y no la de Alfonso ni
la del consultor). Nadie había planteado realizar un sondeo de opinión en la
zona para ver si conocían su establecimiento y saber qué opinión tenían de él.
Y por supuesto nadie se había sentado a analizar
junto a él esas encuestas para saber si la imagen del comercio y la del propio
Alfonso eran adecuadas, sobre qué aspectos había que actuar inmediatamente y
qué mensajes eran los más idóneos para utilizar en la comunicación por redes
sociales y en campañas de promoción, etc.
Nadie había analizado si sería conveniente en su
caso hacer un buzoneo en la zona, o si daría resultado poner en marcha un servicio
de envío a domicilio. Tampoco si le posicionaría como gran experto el ofrecer
consejos a través de un blog sobre cómo se debe cortar y cocinar cada tipo de
carne e incluso publicar recetas de guisos o asados, suyas o que le pudieran enviar
sus clientes. ¿Por qué no editar un libro con recetas de carne de todos sus
clientes?
Nadie le había planteado a Alfonso si sería
interesante establecer acuerdos con asociaciones de la zona para quizá dar alguna
charla a amas de casa o a solteros, sobre recetas para niños, etc.
Tampoco si debía colaborar con otros comercios de
alimentación para promocionarse mutuamente y ofrecer ofertas complementarias,
de manera que para hacer determinado guiso todos los ingredientes en las
diferentes tiendas tuvieran un gran descuento.
Quizá, si se hubiera preguntado en las encuestas y
hubiera salido como una opción apreciada por los clientes, sería incluso muy
buena idea vender junto con la carne los demás ingredientes necesarios para
hacer un asado o un cocido, etc.
Puede que sus clientes potenciales empezaran a
conocerle y a hablar de él si pusiera en marcha sorteos, promociones, concursos
de recetas de diferentes regiones o programas de fidelización con premios
llamativos.
Puede que también fuera oportuno recoger pedidos a través
de internet e incluso prepararlos mientras los clientes le observan e interactúan
con él a través de una cámara IP mientras corta y prepara las piezas.
Nadie había analizado el tipo de cliente real que
atiende Alfonso en su comercio y se había planteado junto a él si con ese
perfil de cliente podía crecer o era necesario atraer a un cliente mucho más
joven o de otras zonas, planificando acciones para captarlo, con los mensajes
adecuados y la oferta adaptada para ellos etc.
Y no es que Alfonso no sea capaz de llegar a todo
esto por sí mismo, es que no tiene tiempo para pararse a pensar en ello libre
de las preocupaciones, de pagar a proveedores, tener impoluto su local, cumplir
todas las normativas y atender como se merece a cada cliente. Ese es su día a
día.
Eso es marketing de trinchera. Es marketing en el
que uno se arremanga, se mete dentro del negocio de Alfonso y salvo a cortar la
carne, aprende todo lo demás; a tratar con sus clientes, a descubrir qué les
motiva, a saber pensar como ellos, qué les gusta y qué no...
La labor del consultor sobre todo en estos casos es
enseñar a hacer, y poner al gerente en un camino que deberá recorrer él
solo en adelante, pero cargado ya de suficientes herramientas, ilusión y fuerzas,
como para ir consiguiendo por sí mismo sus metas y con ellas la satisfacción
profesional y personal que van tan íntimamente unidas en este tipo de negocio.
Llegados a este punto solo me queda hacerme una
pregunta: ¿Qué fue primero, un negocio de éxito o un gerente ilusionado?
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