AL CLIENTE NO SE LE DEBE DEJAR PENSAR... PERO POR SU BIEN
Quien me dijo esta frase era un comercial muy querido por todos sus clientes y solía ser muy recomendado por ellos, algo que no encaja a priori con alguien que no deja pensar cuando está en pleno acto de ventas. En mi mente apareció la típica y tópica imagen del charlatán que enreda y engatusa y al final coloca el producto a alguien que acaba llevándoselo sin saber por qué narices ha comprado aquello. Pero en este caso era muy diferente. Cuando me reuní con el gerente y el director comercial, ellos bromeaban diciendo que Tomás no tenía clientes, tenía discípulos, porque todos acababan “entregados” e iban pregonando sus virtudes como vendedor a cualquiera que les preguntara, casi como misión evangelizadora. Su cifra de ventas era astronómica. Era uno de esos comerciales con un carácter especial imposible de imitar, que va por libre y rompe todos los esquemas. Me he encontrado uno parecido en casi todos los equipos de ventas con los que he trabajado. Suele ser el ...