“Quiero que me digas qué necesitan mis comerciales para vender más y mejor”
Esa es la frase que me dijo el gerente de la promotora nada
más sentarme en el sofá de aquel suntuoso despacho. En ese momento no es que fuéramos
especialistas en simulaciones de compra, pero evidentemente nosotros sabíamos
cómo se debía vender, así que nos pusimos manos a la obra.
Cuando uno tiene comerciales en todas las provincias de
España, la preocupación evidente es controlar que todos hagan su trabajo
conforme a los estándares de calidad que marca la empresa.
Y no hay otra forma de valorar objetivamente cómo hace las
cosas quien atiende a los clientes que ser un cliente.
Unos días más tarde entrábamos mi compañera psicóloga y yo a
una oficina de ventas de pisos cogidos de la mano. Simulábamos ser una pareja
que acababa de casarse y quería comprar su primer hogar. La comercial fue muy
amable y enseguida empatizó con nosotros. Generó un clima de confianza
excelente del que tomé buena nota para plasmarlo por escrito en mi informe,
cuando saliéramos de aquella entrevista.
La mujer puso mucho interés en hablarnos de la zona y de los
servicios, cosa que suele ser un buen comienzo, pero en realidad no nos
preguntó si éramos de por allí o de fuera, con lo cual cabía la posibilidad de
que conociéramos el entorno mejor que ella. Pero esto no era algo demasiado grave.
Al poco hizo una pausa, y mirándonos fijamente nos dijo con
voz de misterio que tenía el piso perfecto para nosotros.
Mi compañera, que en esas situaciones solía ser algo
“traviesa”, abrió los ojos mucho y le dijo: “Cuéntanos por favor, que nos
tienes en ascuas…”
- Pues tengo el piso ideal para vosotros porque es
una primera planta y la zona del salón y la cocina dan a la parte interior de
la urbanización. Quedan justo encima de la zona de columpios y la piscina, con
lo cual podréis tener vigilados a vuestros hijos cuando bajen a jugar con sus
amigos. Eso es una ventaja enorme en la que nadie cae, pero que es
importantísima.
Al oír aquella explicación a mi compañera se le descompuso
la cara. Yo la miré desconcertado porque no conocía muy bien sus intenciones, pero de
repente se tiró a abrazarme y comenzó a llorar.
La comercial no sabía donde meterse y no hacía más que
preguntar qué le pasaba. Mientras, mi compañera balbuceaba entre
sollozos diciéndome que no podría superarlo nunca. Lo único que yo podía hacer en ese momento, muy
desconcertado, era darle golpecitos en la espalda diciéndole que se
tranquilizara.
La comercial me miraba intentando comprender y esperando una
explicación que yo no podía darle porque realmente no sabía lo que pretendía mi
amiga, aunque me lo imaginaba. Hasta que al rato, ésta se recompuso un poco y le
dijo: “Sé que no tienes la culpa, pero es que no sabes que por un accidente que
he tenido hace poco nunca podré tener hijos y estoy muy traumatizada con ese
tema.”
La pobre señora se quedó a cuadros y no paraba de pedir
disculpas, así que al final me tocó intentar calmarlas a las dos.
He de decir que aquella situación fue una mezcla entre cómica e incómoda. Por un momento tuve mis dudas sobre si era del todo ético hacer
que la señora se sintiera tan afectada, pero sabíamos que más tarde tendríamos la
posibilidad de hablar con ella de lo ocurrido ya que íbamos a dar un curso
de formación a todo el equipo.
Por cierto, que cuando aparecíamos en esos cursos después de haber realizado visitas de simulación, las caras de todos los asistentes eran un poema.
Recuerdo que con esta comercial llegamos a reírnos bastante de la anécdota y he de decir que nuestro informe sobre ella permitió que fuera ascendida. El último día nos reconoció que la lección que aprendió no se le iba a olvidar nunca.
Por cierto, que cuando aparecíamos en esos cursos después de haber realizado visitas de simulación, las caras de todos los asistentes eran un poema.
Recuerdo que con esta comercial llegamos a reírnos bastante de la anécdota y he de decir que nuestro informe sobre ella permitió que fuera ascendida. El último día nos reconoció que la lección que aprendió no se le iba a olvidar nunca.
Veamos:
El principal argumento de peso, donde te la juegas de
verdad, no puede ser un tiro al aire a ver si acertamos en el blanco. Porque lo que tu supones que es algo que
va a apreciar enormemente el cliente y va a suponer que realice la compra de
inmediato, puede que en realidad sea para él una desventaja que le haga echarse
para atrás… Y no hace falta decir lo que cuesta enderezar una situación si uno
falla el tiro, más aún si provoca un estado emocional negativo en el cliente.
Yo he visto a un señor decidir comprar un coche de alta
gama y no otro de la competencia, porque el que compró tenía una lucecita pequeñita
que se encendía al bajar el parasol del acompañante y abrir el espejito. Decidió
su compra pensando en que su mujer se pudiera maquillar cómodamente cuando
fueran a un evento, no por otras características técnicas del carísimo vehículo.
Si el comercial preguntara siempre directamente qué es lo más
importante para el cliente a la hora de elegir un producto o servicio nos
ahorraríamos argumentar en vano, con la consiguiente desesperación y
aburrimiento de la persona que atendemos, que suele esperar pacientemente a ver si oye algo que
le interese.
Incluso es probable que haya una larga lista de factores
diferenciadores positivos muy potentes de mi producto en los que están muy interesados
casi todos los clientes y en este caso en concreto lo más adecuado sea callármelos. Porque,
aunque para mí y para el resto del mundo sean importantes, al cliente que tengo
delante puede que le importen un bledo.
La argumentación adaptada a cada tipo de cliente implica
preparar y entrenar baterías de argumentos que desenfundarás cuando tengas
perfectamente hecha la radiografía de qué perfil cumple el cliente que tienes
delante. Pero en ese punto aún hay que dar un paso más. El cliente que estoy
atendiendo puede que cumpla un perfil predefinido, pero es una persona concreta, así que
hace falta saber qué cosas son especialmente importantes para él. No para nadie
más, para él.
¿Y cómo lo descubro?...
Conozco verdaderos artistas en esto. Pero de los que apetece
sentarse delante a tomar notas.
Si tienes un negocio, desde luego te conviene convertirte en
uno de esos.
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